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OBRA FÍLMiCA
Querelle

Querelle (Querelle, ein pakt mit dem Teufel, 1982)

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Director: Rainer Werner Fassbinder Guión: Rainer Werner Fassbinder y Burkhard Driest (según la novela de Jean Genet) Fotografía: Xaver Schwarzenberger, Josef Vavra (Color, 35 mm, 2.35:1) Montaje: Juliane Lorenz, Franz Walsch (seudónimo de RWF) Música: Peer Raben Dirección Artística: Rolf Zehetbauer Sonido: Vladimir Vizner Producción: Planet-Film, München; Albatros Produktion, München; Gaumont, Paris, con la participación de Sam Waynberg Coste: 4,4 millones de marcos Duración del rodaje: 22 días (marzo 1982) Duración: 106 minutos Fecha de estreno: 31-8-1982, en el Festival de Venecia Dedicada a "mi amistad con El Hedi ben Salem m'Barek Mohammed Mustafa" Rodada en lengua inglesa

Intérpretes: Brad Davis (Querelle), Franco Nero (Teniente Seblon), Jeanne Moreau (Lysiane), Laurent Malet (Roger), Hanno Pöschl (Robert/Gil), Günther Kaufmann (Nono), Burkhard Driest (Mario), Dieter Schidor (Vic), Roger Fritz (Marcellin), Neil Bell (Theo), Karl Scheydt, Robert van Ackeren, Werner Asam, Vitus Zeplichal, Karl-Heinz von Hassel...

Querelle de Brest fue la cuarta novela de Jean Genet, escrita inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial. En contra de la ética tradicional y con gran fuerza lingüística e imaginativa, el autor creó un mundo mágico de maldad que obedecía a sus propias leyes. Homosexualidad, asesinato, traición y nostalgia de la muerte son sus temas principales. Definida como "un punto crítico del análisis existencial del hombre moderno", fue considerada durante mucho tiempo no apta para ser filmada. El productor Dieter Schidor se la ofreció a directores como Bernardo Bertolucci -que la rechazó por escabrosa-, Sam Peckinpah -que también dio un no por respuesta- y finalmente a Werner Schroeter, que había comenzado los preparativos en el año 1981. Sin embargo, debido a los numerosos problemas económicos que estaba planteando y los continuos aplazamientos, la producción fue encomendada a Fassbinder, quien sin dudarlo aceptó rodarla y la llevó a su terreno personal: "En mi opinión, no se trata de asesinato y homosexualidad, sino de una persona que con todos los medios posibles en esta sociedad intenta encontrar su identidad. Tal es, a mi juicio, el tema de la novela. Y a fin de ser fiel a sí mismo, Querelle tiene que ver todo lo que hace desde dos ángulos: desde el que la sociedad califica de criminal -es decir, desde la miseria- no saca nada en limpio, así que tiene que engañar desde el otro. Sólo de este modo puede dar un paso hacia delante".

El marinero Querelle, un ángel exterminador que ejerce un irresistible poder de fascinación y seducción sobre las personas con las que se cruza, brindándoles una gran intensidad vital pero también la muerte, llega a la ciudad de Brest a bordo del navío El Vengador cuyo capitán, el teniente Seblon, lo ama en secreto. Al desembarcar, Querelle se dirige al famoso burdel La Feria, donde se encuentra con su hermano Robert, al que le une no solo un asombroso parecido físico sino también una relación de amor-odio, amante a su vez de Lysianne, la dueña del local, casada con Nono, un corpulento hombre de color que, además de encargarse de servir copas, es famoso por las apuestas con los dados que mantiene con los clientes: si éstos ganan, pueden elegir a una puta y acostarse con ella, pero si pierden tendrán que dejarse follar por él. En ese burdel también se encuentra el corrupto comisario de policía Mario, garantía de seguridad respecto a los turbios negocios que allí se dan cita. Después de degollar al marinero Vic, su compañero de contrabando, Querelle se deja perder a los dados y Nono le sodomiza, lo que provoca en el policía tal excitación que más adelante, tras ser masturbado por el marinero, también lo posee. Por otra parte, se cuenta la historia del obrero de la construcción Gil (interpretado por el mismo actor que encarna al hermano de Querelle, pues de ese modo Fassbinder quiso resaltar la relación amor-odio que mantienen), enamorado de la hermana de su amante, el joven Roger, y constantemente herido en su honor de hombre por su compañero Theo, al que acaba asesinando, momento en que Querelle, viéndose reflejado en sí mismo, entra en su vida ofreciéndole ayuda: le propone robar un maletín lleno de dinero que lleva el teniente Seblon a una cita y huir de la ciudad en el tren. Querelle, tras decirle que está enamorado de él y hacerle el amor no sin titubeos, lo delata a la policía, cumpliendo de este modo una especie de pacto con el diablo: entregarle a un amigo para santificar su crimen y poder autoafirmarse.

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El rodaje de Querelle planteó no pocos problemas: en primer lugar, algunos de los actores de talla internacional que figuraban en el reparto se mostraban reacios a rodar algunas de las escenas más comprometidas. Brad Davis, que daba vida al marinero protagonista, hizo saber a Fassbinder en alguna ocasión que no era partidario de la crudeza de algunas secuencias que iba a protagonizar, y Franco Nero se negó a dar a Querelle el beso final en la boca, siendo sustituido por un abrazo. También hubo dificultades con el guión y su co-autor Burkhard Driest, que daba vida al policía corrupto del Feria: quería introducir numerosos primeros planos de penes erectos a lo largo de la película, pero Fassbinder se negó en rotundo afirmando que la visión de la homosexualidad que planteaba era demasiada barata para su gusto. Por último, hacia el final del rodaje, Rainer se empeñó en reducir el calendario previsto en tres días e imprimió un ritmo frenético que hubo de ser seguido por todos los componentes del equipo: se puso a dirigir prácticamente de memoria e improvisó cambios en el guión que no hacían más que confundir al cámara y a sus ayudantes. Dado que en el rodaje no se había seguido un orden cronológico, nadie en el plató era capaz de seguir lo que estaba haciendo. El último día de rodaje, mientras rodaba una escena tras otra, fue despidiendo a los actores una vez concluían sus intervenciones.

 

Pese a estos avatares, Fassbinder logró crear una obra radical, innovadora e inclasificable donde se daban cita la grandiosidad de los sentidos, la representación pura, una religiosidad mítica, una sensualidad colorífica que rayó el kitsch, unos gestos, unas miradas que siempre significaban algo más. Por todas estas razones, el Querelle de Fassbinder no admitía ni admite términos medios a la hora de ser valorado: o se le ama o se le odia. Íntegramente rodada en los estudios CCC de Berlin, en Scope y en inglés, el director dio lugar a una fantasía de estilo altamente expresionista sostenida por la teatralidad de las actuaciones de los actores; por un erotismo ante todo conceptual y nada explícito subrayado por la extrema dureza de los diálogos y por símbolos tales como afiladas navajas, pistolas y joyas en forma de anillos; por la inclusión continuada y aleatoria de intertítulos referidos directa o indirectamente a la película que funden al blanco (igual que en Effi Briest); por una fotografía casi pictórica de tonos ocres, anaranjados, pardos, que baña todo el film con su sensación crepuscular; por la abigarrada y espléndida partitura de Peer Raben; y por unos decorados de Rolf Zehetbauer que, caracterizados por una exagerada artificialidad, reproducen el encanto pecaminoso de un imaginario e irreal puerto de Brest flanqueado por torres en forma de falos y un faro-pene supradimensional.

La obra póstuma de Fassbinder es ante todo una gozosa expresión de libertad creativa que contiene frases casi premonitorias de la muerte de su autor. Viéndola, se tiene la sensación de que el personaje de Querelle o el omnipresente narrador hablan por boca de Fassbinder. Así, este último en en un determinado momento dice: "Querelle no se acostumbraba a la idea de ser un monstruo. A pesar de su juventud, conocía el horror de estar solo, atrapado en un mundo de seres vivos". Aunque Rainer tenía en los últimos años de su vida a su montadora Juliane Lorenz como pareja y continuó contando con una gran parte de su equipo, le aterraba la idea de verse sin nadie. De hecho, aun hallándose rodeado de tanta gente, tenía la sensación de estar solo, experimentaba la soledad del jefe o del guía que tiene que administrar la vida de muchos pero al que le resulta imposible -dada su responsabilidad- disfrutar de las vivencias, las circunstancias o la simple normalidad de aquéllos. Del mismo modo, hacia el final de la película, Querelle dice a Seblon: "Tengo una sensación de otoño, de heridas mortales, y he sido vencido, totalmente vencido, y mis pensamientos son tristes". A esas alturas, Fassbinder llevaba un tiempo padeciendo los efectos de los excesos cometidos durante años y, ante la imposibilidad de desprenderse de ellos, de dar marcha atrás, sabía que su organismo estaba prácticamente destruido por dentro y por fuera. El escrito sobre el acta de nacimiento de Querelle con que finaliza la película resulta realmente significativo: "...En los libros no se dice nada más de él: solamente que la fecha de su muerte se supone próxima".

Cuando fue estrenada en la Bienal de Venecia, fallecido ya su autor, provocó un enorme escándalo ante la dureza que desprendía la trama, y solo fue defendida por el director francés Marcel Carné, quien afirmó que algún día sería considerada y respetada como la auténtica obra de arte que es.

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