Rainer Werner Fassbinder
OBRA FÍLMicA
ruleta china
Ruleta china (Chinesisches Roulette, 1976)
Dirección y guión: Rainer Werner Fassbinder Fotografía: Michael Ballhaus (Color, 35 mm, 1.66:1) Montaje: Ila von Hasperg Música: Peer Raben Dirección Artística: Kurt Raab, Peter Müller, Helga Ballhaus Sonido: Roland Henschke Producción: Albatros Produktion, München; Les Films du Losange, Paris Coste: 1,1 millones de marcos Duración del rodaje: 36 días (abril-junio 1976) Duración: 86 minutos Fecha de estreno: 16-11-1976, en el Festival de París
Intérpretes: Margit Carstensen (Ariane), Anna Karina (Irene), Alexander Allerson (Gerhard), Ulli Lommel (Kolbe), Andrea Schober (Angela), Macha Meril (Traunitz), Brigitte Mira (Kast), Volker Spengler (Gabriel), Armin Meier (Gasolinero), Roland Henschke (Mendigo)
Esta parábola acerca del mundo burgués, sus ritos y sus mentiras se centra en la historia de la adolescente discapacitada Angela, hija de padres ricos y liberales, cuyo odio hacia ellos -los culpa de su enfermedad- le lleva a tenderles una trampa para que un fin de semana coincidan en su casa de campo con sus respectivos amantes. En el lugar también se encuentran el ama de llaves (con quien el padre de la chica parece envuelto en una turbia historia criminal) y Gabriel, su hijo anarquista, escritor-plagiador en sus ratos libres. Por la noche, durante la cena, llegan Angela y la institutriz muda que la cuida. Poco a poco se va generando una creciente tensión emocional entre los habitantes de la casa que estalla cuando la niña invita a todos a jugar a la Ruleta China o juego de la verdad, donde los jugadores se dividen en dos bandos que, por turno, escogen a alguien del equipo contrario para que averigüen de quién se trata realizando una serie de preguntas -a menudo ofensivas- sobre su persona. Una vez que el juego de la verdad ha despojado a todos los participantes de sus hipócritas formas, máscaras y convenciones, irrumpe la tragedia: la madre de Angela, que en un primer momento coge una pistola y apunta hacia su propia hija, acaba disparando a la institutriz en el cuello. Un poco más tarde se escucha en off un segundo y enigmático disparo.
Ruleta china es una de las películas más sofisticadas de Fassbinder: llevado por la idea de que las drogas le ayudarían a aumentar su creatividad, realizó una obra que compensaba una línea argumental breve, mínima, casi anecdótica, con un trabajo de cámara ejemplar, deslumbrante, que se desliza a través de los personajes y los envuelve una y otra vez encuadrándolos en poses muy estudiadas, al tiempo que el director juega con ellos y los coloca como lo haría un jugador de ajedrez sobre un tablero para descubrir las relaciones que entre todos se establecen. Los estantes de plexiglás que se distribuyen en el salón principal donde tiene lugar gran parte de los hechos doblan, triplican, distorsionan o cortan los rostros de los personajes. Del mismo modo, la cámara da vueltas a su alrededor constantemente, y cuando permanece inmóvil, el foco en plano general, actuando como un bisturí, se desplaza hasta lograr un primer plano de un rostro situado al fondo de la imagen. Es como si toda la energía, imaginación y vitalidad que desprende la cámara pusiera de manifiesto la inmovilidad, la rigidez, la ausencia de vida de los personajes, la constatación de un mundo petrificado, muerto, aniquilado por las mentiras e hipocresías de la burguesía, demostrando constantemente que, como el texto de Rimbaud que lee Angela, “Yo es otro”. Si Fassbinder hasta entonces había retratado en sus películas a personas que habían perdido parte de su individualidad, con Ruleta china da la impresión de que los desposeyó de la misma por completo, reduciéndolos a meros estereotipos de la clase media-alta. Este aspecto tan importante es una de las razones que, tristemente, ha provocado que nos encontremos ante una obra incomprendida, siendo acusada a menudo por su esquematismo, olvidando que el verdadero protagonista es el único elemento dotado de vida: la cámara, que es quien coreografiando sus acciones psicológicas (moviéndose en amplios espacios vacíos repletos de líneas de atracción y repulsión, amor, deseo y celos que los une y separa a la vez) tiene realmente algo que decir al espectador de los personajes, y no ellos mismos ni su propia historia pues, como los muñecos de la propia Angela, simplemente son marionetas de un juego cuyas reglas invisibles pueden destruirlos hasta la muerte.
Para concluir este comentario, resulta interesante traer a colación una anécdota relacionada con la película. Una tarde pasó una procesión por delante de la casa donde tiene lugar la acción y el equipo de rodaje aprovechó este hecho imprevisto para grabarlo. Fassbinder decidió entonces utilizar ese material en la secuencia final. Como por sí solo no cumplía una función narrativa, se le ocurrió utilizar sobre esas imágenes el disparo en off que se escucha desde dentro de la casa, el Kyrie y la cita que contiene las palabras que invariablemente se pronuncian en cualquier ceremonia religiosa: “¿Estáis dispuestos a contraer matrimonio, ser fieles y amaos el uno al otro hasta que la muerte os separe?”. Ello le permitió poner un punto y final ciertamente satírico y casi apocalíptico a este ritual de falsas apariencias y engaños.
A pesar de ser radicalmente diferentes a nivel estilístico, El asado de Satán, Solo quiero que me ames y Ruleta china constituyen una especie de trilogía sobre la sociedad que, aunque abordada desde diferentes puntos de vista (los artistas pseudo-emancipados, la clase trabajadora, la clase media-alta), encierra una misma conclusión: la identidad de las personas, sin importar la clase social de la que proceden, es destruida por la educación burguesa y, en consecuencia, acaba derivando hacia el masoquismo en su dimensión social (el individuo, obediente, casi anulado, se subordina a sus padres, al trabajo, al matrimonio en Solo quiero que me ames), sexual (el sexo se vincula a la humillación, abuso e incluso al deseo de morir en El asado de Satán) y psicológica (la pulsión de la muerte recorre los personajes sin vida de Ruleta china).