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FASSBINDER

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Sobre seis películas de Douglas Sirk

"Sólo el cielo lo sabe" (1955)

En Lugano, Suiza, vive el hombre más vivo y más inteligente que he visto nunca y que, con una sonrisa feliz pero casi imperceptible, dice: "A veces he amado mucho, verdaderamente mucho, las cosas que he hecho". Ha amado, por ejemplo, All that heaven allows (1955).

En ella, Jane Wyman es una viuda rica; Rock Hudson poda sus árboles. En el jardín de Jane crece un árbol que sólo florece donde hay amor y así, después de un encuentro fortuito, crece el amor de su vida entre Jane y Rock. Pero Rock es quince años más joven y Jane está completamente integrada en la vida social de su pequeña ciudad norteamericana. Rock es un primitivo y Jane tiene mucho que perder: sus amigos, la posición que debe a su difunto marido, sus hijos. Al principio, Rock está enamorado de la Naturaleza y Jane no ama nada porque lo tiene todo. Son unas condiciones bastante catastróficas para comenzar el gran amor de su vida. Ella, él y el mundo donde viven, tal es la situación básica. Él ve en ella algo maternal, parece capaz de enternecerse en el momento oportuno: comprendemos muy bien lo que Rock ve en ella. Él es un tronco de árbol. Tiene razón al quererla. El mundo que les rodea es malo. Todas las mujeres son demasiado charlatanas. El único hombre que hay en la película es Rock; los sillones y las gafas ocupan más sitio que ellos.

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Después de ver esta película sé que al último lugar donde quisiera ir es a las pequeñas ciudades norteamericanas. El resultado es que en un determinado momento Jane le dice a Rock que va a dejarle a causa de los imbéciles de sus hijos, etc. Rock no protesta demasiado, después de todo le queda la Naturaleza. Y vemos a Jane la noche de Navidad; sus hijos van a dejarla de todos modos y le han comprado una televisión para Navidad. Es demasiado. Nos están contando algo sobre el mundo y lo que nos hace. Más tarde, Jane vuelve a Rock porque tiene jaquecas, lo que nos ocurre a todos si no follamos de vez en cuando... Pero aunque ella ha vuelto a él, no hay final feliz. Alguien que ha complicado su propia vida amorosa hasta ese punto, no podrá encontrar la felicidad.

Sobre este tipo de cosas hace películas Douglas Sirk. Las personas no pueden vivir solas, pero tampoco pueden vivir juntas. Y por esto, sus películas son tan desesperadas. Sólo el cielo lo sabe empieza con un gran plano de la pequeña ciudad sobre la que aparecen los títulos. Impresión de gran tristeza. Después, viene un plano con grúa sobre la casa de Jane; una amiga llega para devolverle una vajilla que le había prestado. ¡Qué tristeza! Un travelling sigue a las dos mujeres y allí, al fondo, está Rock Hudson de pie, petrificado como generalmente lo están los figurantes en las películas de Hollywood. Y como su amiga no tiene tiempo de tomar café con ella, finalmente Jane lo toma con el figurante. De momento Rock no tiene verdadera importancia. Cuando empiece a tenerla, también tendrá sus primeros planos. Es sencillo y hermoso. Y todo el mundo lo comprende...

Las películas de Sirk son descriptivas. Muy pocos primeros planos. Incluso en los planos contra-planos el interlocutor no aparece enteramente en el cuadro. El profundo sentimiento del espectador no es el resultado de una identificación, sino que proviene del montaje y la música. Es por lo que al final de estas películas experimentamos una impresión de insatisfacción. Lo que hemos visto les ha ocurrido a otras personas. Y si algo de lo que hemos visto nos concierne personalmente, tenemos libertad para admitirlo o reírnos de su significado.

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Para los hijos de Jane, la cosa es distinta. Hay un hombre mayor al cual dominan desde cualquier punto de vista por su juventud, su conocimiento, etc. y al que consideran el partido ideal para su madre. Y de repente, aparece Rock, que apenas es mayor que ellos, es mucho más guapo y que, después de todo, no es tan tonto. Sin embargo, delante de él reaccionan con terror. Es fantástico. El hijo de Jane ofrece un cocktail a los dos hombres, al viejo y a Rock. Ambos le alaban las bebidas. Cuando lo hace el viejo, los hijos rebosan alegría. Pero con las felicitaciones de Rock se hace explosiva la tensión en la habitación. Las dos veces es el mismo plano. Es excepcional la forma de dirigir actores de Sirk. Si se consideran las últimas películas de Fritz Lang rodadas en esta época, donde la incompetencia es visible por todas partes, sin duda es posible apreciar a Sirk.

En sus películas las mujeres piensan. Y esto es algo que jamás me ha llamado la atención en otros cineastas. En ningún otro. Frecuentemente muestran mujeres que reaccionan y se comportan como se supone que deben hacerlo las mujeres, pero en Sirk piensan. Hay que ver esto. Es maravilloso ver pensar a las mujeres. Da esperanzas. Francamente.

Finalmente, en Sirk los personajes siempre están en habitaciones que llevan impresa con fuerza la huella de su situación social. Estos interiores son increíblemente exactos. En la casa de Jane sólo hay una manera posible de desplazarse. Sólo se pueden decir un tipo de frases cuando se quiere hablar, un sólo tipo de gestos cuando se quiere expresar algo. ¿Podrá cambiar Jane cuando vaya a otra casa, por ejemplo, a la de Rock? Ahí habría una esperanza. Pero por otra parte, quizá está tan recluida en sus estereotipos que en la casa de Rock echará de menos el tipo de vida al cual está acostumbrada y que se ha convertido en el suyo. Por esto, el happy end no lo es. Jane concuerda mejor con su propio domicilio que con el de Rock.

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