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OBRA FÍLMICA
El viaje a Niklashausen

Whity (1970)

Dirección y guión: Rainer Werner Fassbinder y Michael Fengler Fotografía: Dietrich Lohmann (Color, 16 mm, 1.33:1) Montaje: Franz Walsh (seudónimo de RWF), Thea Eymèsz Música: Peer Raben Dirección artística: Kurt Raab Producción: Janus Film und Fernsehen para la WDR Coste: 550000 marcos Duración del rodaje: 20 días (mayo 1970) Duración: 86 minutos Fecha de estreno: 26-10-1970, en ARD

Intérpretes: Michael König (Hans Böhm), Michael Gordon (Antonio), Rainer Werner Fassbinder (Monje Negro), Hanna Schygulla (Johanna), Walter Sedlmayr (el sacerdote), Margit Carstensen (Margarethe), Franz Maron (marido de Margarethe), Kurt Raab (el obispo), Günther Kaufmann (dirigente campesino), Peter Berling (verdugo), Magdalena Montezuma (Penthesilea), Michael Fengler (campesino), Carla Aulaulu (chica epiléptica)...

En el año 1476, un pastor llamado Hans Böhm anuncia que se le ha aparecido la Virgen Maria para pedirle que dirija una revuelta contra las autoridades seculares y espirituales. Tras reunir a treinta mil seguidores que lo aclaman como el nuevo Mesías, es detenido y, siguiendo la orden del obispo de Wurzburgo, condenado a morir en la hoguera. Este hecho sirve a Fassbinder como punto de partida para un relato que, entremezclando hábilmente personajes, espacios y tiempos, trata sobre las relaciones entre arte y revolución y sobre el doble fracaso que las determina: el de la alianza imposible entre obreros e intelectuales, y el del compromiso del arte con la militancia al servicio del pueblo.

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A Hans Böhm le siguen la joven campesina Johanna, un hombre joven con chaqueta de cuero al que da vida Rainer (su nombre es el Monje Negro, que no llega a mencionarse en el film), y el silencioso Antonio, que se basa en la figura de Antonio das Mortes, el protagonista del famoso film de Glauber Rocha. Ellos piensan que la revolución está hecha por y para la gente, y que tres o cuatro individuos podrían ser capaces de provocarla mediante la agitación, la enseñanza y el ejemplo de su militancia. Poco después se les une un Pantera Negra. Sin embargo, las masas campesinas a quienes intentan movilizar, demasiado inmersas en su propia miseria, no secundan la rebelión que predican y la revolución fracasa: Hans Böhm es crucificado y quemado en mitad de un gigantesco cementerio de coches, y sus seguidores son ametrallados por soldados negros norteamericanos enviados por el corrupto y pedófilo obispo del lugar. Tras la muerte de Böhm, algunos insurrectos continúan la lucha armada y otros se refugian en la droga.

En esta transposición del movimiento mesiánico del siglo XV a las corrientes de izquierda de finales de los sesenta, afloran las citas a la Biblia, a Karl Marx, a las revoluciones del Tercer Mundo, al movimiento Black Panther, a las revueltas estudiantiles del 68 y a la APO (Oposición Extraparlamentaria de Berlín), convirtiendo a Niklashausen en una cálida defensa de la belleza de la utopía que originan las revoluciones, aquellas que precisamente han acabado escenificándola, falseándola, teatralizándola, priorizando el anhelo de la utopía frente a su puesta en práctica, alejándola del conocimiento serio y profundo de los hechos que acontecen en la realidad del día a día, lo que impide su incidencia efectiva sobre la misma. De este modo, el final de la película deja una tímida puerta abierta al optimismo, tal y como expresa casi de pasada la cadenciosa voz en off del personaje interpretado por Fassbinder mientras se aleja en el bosque: "Aprendieron de sus errores y se fueron a las montañas. Dos años más tarde, triunfó la revolución". Al fin y al cabo, esta conclusión no es más que lo que ponen de manifiesto las obras de este director una vez tras otra: aprender de nuestros propios errores para evitar nuestro fracaso y así poder ser partícipes algún día de una revolución asimilada a una radical disyuntiva: libertad o muerte.

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