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OBRA FÍLMica
todos nos llamamos alí

Todos nos llamamos Alí (Angst essen Seele auf, 1973)

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Dirección y guión: Rainer Werner Fassbinder Fotografía: Jürgen Jürges (Color, 35 mm, 1.33:1) Montaje: Thea Eymèsz Música: Rainer Werner Fassbinder Dirección artística: Rainer Werner Fassbinder Sonido: Fritz Müller-Scherz Producción: Tango Film, München Coste: 260000 marcos Duración del rodaje: 15 días (septiembre 1973) Duración: 93 minutos Fecha de estreno: 5-3-1974, en Munich Lema que acompaña al título de la película: "La felicidad no siempre es divertida"

Intérpretes: Brigitte Mira (Emmi), El Hedi ben Salem (Ali), Barbara Valentin (Barbara), Irm Hermann (Krista), Rainer Werner Fassbinder (Eugen), Karl Scheydt (Albert), Elma Karlowa (Frau Kargus), Anita Bucher (Frau Ellis), Lilo Pempeit (Frau Münchmeyer), Gusti Kreissl (Paula), Walter Sedlmayr (Angermayer), Margit Symo (Hedwig), Doris Mattes, Marquard Bohm, Hannes Gromball, Helga Ballhaus, Hark Bohm...

Premios y nominaciones: Festival de Cannes: Premio de la Crítica Internacional (FIPRESCI); Premio del Jurado Ecuménico; Nominada a la Palma de Oro como Mejor Película. Bundesfilmpreis (Premios del Film Alemán): Premio a la Mejor Actriz otorgado a Brigitte Mira

Todos nos llamamos Alí es la obra que dio a conocer por vez primera el nombre de Rainer Werner Fassbinder en el panorama internacional, pues ganó el Premio de la Oficina Católica Internacional de Cine (OCIC) y el de la Crítica Internacional (FIPRESCI) en Cannes. Hasta entonces la mayoría de sus películas habían tenido repercusión en Francia, donde ya era discutido y admirado en salas de Arte y Ensayo.

La sexagenaria viuda Emmi se refugia una noche lluviosa en un bar para beber una coca-cola. Allí conoce a un trabajador inmigrante de origen marroquí mucho más joven que ella con el que entabla amistad y acaba casándose al poco tiempo sin decírselo a nadie. Cuando presenta al flamante esposo en sociedad, sus hijos, sus vecinos y las compañeras de trabajo reaccionan con violenta incomprensión, indignación y odio. Sin embargo, esta actitud hostil se transforma en falsa e interesada condescendencia cuando todos necesitan de los favores de la pareja. Al tiempo que se produce esta aceptación, la pareja vive paradójicamente una crisis interna. Tras un período de distanciamiento, vuelven a coincidir en el bar donde se conocieron: él la invita a bailar pero, mientras disfrutan de su baile, Alí cae en el suelo gritando de dolor y es hospitalizado. El médico dice a Emmi que sufre la llamada úlcera del inmigrante, provocada por el estrés que le proporciona su situación social. Su esposa acaba cuidándolo.

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A pesar de que habitualmente esta película suele ser considerada como una puesta al día de Solo el cielo lo sabe (All that Heaven allows, Douglas Sirk, 1956) y de que su director no disimuló su claro homenaje a la misma, lo cierto es que su historia -contada íntegramente por una camarera de hotel al protagonista de El soldado americano, rodada tres años antes- se basa en una noticia de sucesos que llamó la atención de Fassbinder y de la que cambió el triste desenlace, ya que la auténtica Emmi murió asesinada: "Hace un tiempo, no habría dudado en contar la historia tal cual sucedió, porque la sociedad no permite que una vieja mujer y un joven inmigrante vivan juntos. Pero ahora lo que he querido hacer es mostrar la posibilidad que tienen de defenderse y la forma en que lo hacen, pues creo que solo en una película pueden crecerse ante las circunstancias adversas y salir fortalecidos". Por otra parte, tal y como señala Christian Braad Thomsen, la gran diferencia entre la obra de Sirk y la de Fassbinder radica en la conclusión de ambas: "Para Douglas Sirk, la felicidad se sitúa dentro de los límites de la sociedad (Rock Hudson resulta gravemente herido tras una caída en la nieve durante una visita a su amada, pero sabemos que se recuperará y ambos serán felices), mientras que para Fassbinder, esa felicidad se encuentra fuera de la sociedad (la úlcera que sufre Alí es una enfermedad causada por aquélla y, aunque su unión con Emmi perdure, no nos cabe la menor duda de que tal úlcera volverá a manifestarse si el rechazo social persiste)". De este modo, la relación de la entrañable pareja vive sus mejores momentos cuando defienden su amor sin fisuras combatiendo a la sociedad que los recrimina y situándose al margen de la misma. En el momento en que los asimila, hace acto de presencia la crisis en su unión... sin bien es cierto que Emmi consigue en todo momento lo que ninguna otra heroína fassbinderiana: despojar sus propias emociones de todo sentimiento de propiedad con respecto a Alí.

Sin caer nunca en maniqueísmos (hay una tensión constante entre el deseo de ser positivo por parte de su director y la realidad de un mundo tan difícil como el nuestro que simplemente no puede ser ignorada) ni ceder un solo instante al sentimentalismo, haciendo gala de unas imágenes directas a la vez que discretamente estilizadas capaces de lograr un perfecto equilibrio entre densidad emocional y claridad intelectual, entre identificación y distancia con los personajes y situaciones, el director alemán muestra en esta película las claves que mueven a una sociedad claustrofóbica en cuyo seno persisten unas reglas de acero fundamentadas en la época nazi: comodidad pequeño-burguesa, negación al cambio, rechazo a los inmigrantes y a mezclarse con ellos, incomprensión. Considerada por su autor como una de sus mejores películas, supone un caso único en su obra al abandonar por una vez su visión pesimista para abrazar la utopía de la posibilidad de un amor imposible: siente tanta simpatía y comprensión hacia la desigual pareja que se niega a romper su unión y prefiere dejar la puerta abierta a una esperanza en un antológico final que, sin embargo, no va a suponer ni mucho menos el fin de sus problemas en dos frentes: el de su situación personal -¿amistad?, ¿relación marital?- y el de la comunidad que los ha aceptado hipócritamente como moneda de cambio pero no como a dos seres humanos que se quieren.

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